martes, 26 de abril de 2011

Y por eso sigo aquí.

Muy pocas personas, demasiada gente, es lo que abunda hoy en día. No me pude sentir tan solo como en un sitio plagado de auténticos desconocidos. Es irónico, cuantas mas personas se incorporan a este mundo embotellado, esterilizado, y con su fecha de caducidad, mayor es la sensación general de aislamiento, soledad e incomprensión.
Vivimos en cómodas madrigueras de 30x30m a 2 metros por debajo del vecino de arriba, el cual ni conocemos ni de dónde es, ni cual es siquiera su equipo de fútbol favorito, pero nos cruzamos con él por las escaleras nos vemos en la obligación de decirle con una amable sonrisa: "¡Buenas!", como queriendo decir: "sí, no te conozco de una mierda, ahora mismo de hecho ni sería capaz de recordar tu nombre, pero eh... me alegro de verte por aquí."
Salir con un abrigo largo en pleno invierno, esa es mi auténtica sensación de intimidad, el mero hecho de saber que lo que ocurre desde tu capa de abrigo recia y áspera hacia fuera, no te incumbe.
Y esque la intimidad y el espacio vital al igual que una carcjada imprevisible, puede encontrarse y aparecer en cualquier momento o sitio. Cada vez me da mas la sensación de que la personalidad está pasando de ser virtud a defecto antiestético y antisocial, la masa te impide que seas tú, tal vez por miedo, tal vez por que no han llegado a comprender que lo importante está en uno mismo, que lo bueno es tener tu pedacito de mundo tí, un lugar donde curarte las heridas y seguir tirando pa'lante, que la vida es muy japuta y por ese mismo motivo, hay que ser fuerte y ser feliz, que lo realmente importante, es ser tú y solo tú el dueño de tu propia vida.